Pautas de crianza y vínculos afectivos

 
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Desde hace tiempo los padres y madres de familia escuchan hablar sobre las pautas de crianza y su importancia en la formación de niños y niñas, sin embargo, la información en muy pocas ocasiones contempla la estrecha relación que el tema tiene con los vínculos afectivos.

Cabe destacar que desde el inicio de la vida intrauterina los seres humanos establecemos relaciones socioemocionales con los cuidadores, es el caso, de la madre, el padre y los abuelos que son las personas que forman parte de la primera línea de acompañamiento.

Desde allí, los vínculos, que consecuentemente se van formando, de acuerdo con la calidad de los mismos, representan cuidado, protección y seguridad al momento de explorar el ambiente (Malekpour,2007).

Así las cosas, el vínculo afectivo ejerce un papel trascendental al formar parte de una profunda necesidad de mantener contacto y cercanía con un cuidador, lo que implica que los sentimientos de confianza, felicidad, tristeza, ansiedad, e indiferencia que puedan surgir, se vean reflejados en la conducta de niños, niñas y adolescentes, lo anterior se puede estudiar a detalle en situaciones cotidianas. (Carrillo, 2008).

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Estilos de crianza y vínculos afectivos ¿Qué tienen que ver las prácticas de crianza y los vínculos afectivos? Para responder a la pregunta es clave entender que estas son eslabones muy importantes dentro del desarrollo de la personalidad y, por ende, para la neurociencia y la propia psicología pueden considerarse como rutas que permiten predecir el tipo de ser humano que se está formando.

En este orden de ideas, y haciendo referencia a Aguirre (2000), las prácticas de crianza se entienden como aquellas acciones concretas que los adultos, en especial los padres de familia, llevan a cabo con el propósito de orientar la formación de sus hijos e hijas, en aras del desarrollo, supervivencia e integración a la vida social, dichas prácticas se materializan en acciones, valores y formas de pensar y actuar, como lo ilustra el video.

No todas las prácticas de crianza son iguales y cada familia o cuidador tiene formas de establecerlas, no obstante, los investigadores han definido tres estilos que surgen de los mecanismos que padres, madres o cuidadores tienden a elegir para formar a sus hijos e hijas, ellos son: el permisivo, autoritario y democrático y marcan el establecimiento de los vínculos afectivos de manera diferente, ahondemos un poco más en cada uno.

Estilo autoritario o represivo Se caracteriza por ser riguroso y darle un alto valor a la disciplina, lo que conlleva a que la obediencia por parte de los hijos es un elemento crucial y define la relación con sus padres o cuidadores, guiando el proceso de formación personal. Es importante resaltar que los padres en este estilo ven la obediencia como una virtud, así como el cumplimiento de las tareas marcadas, la tradición y la preservación del orden. (Torío, Peña & Rodríguez, 2008, p. 66).  En este sentido, quienes son criados bajo este estilo siempre buscarán aprobación y la evitación del castigo. Se afectará la autonomía, creatividad y la estabilidad emocional. (Franco, Pérez & Pérez, 2014).

Estilo Permisivo En este estilo se evita al máximo aplicar la autoridad, se busca un escenario autónomo dejando actuar libremente, aun cuando implique que algunas acciones afecten a terceros.  No se da ningún tipo de exigencia frente a la madurez o responsabilidad por las acciones, lo cual, y de acuerdo con investigaciones suele derivar en dependencias, conductas antisociales, entre otros.  Las personas criadas bajo el estilo permisivo tienden a crecer sobreprotegidos y con escasa disciplina. (Torío et al, 2008, p. 67).

Estilo Democrático Los padres ejercen una crianza más intencionada, cumplen con la satisfacción de las necesidades de sus hijos, pero alientan la autonomía en tareas cotidianas, establecen rutinas, fomentan el autoaprendizaje y la reflexión de las consecuencias que conllevan los actos.  Con este estilo se produce de manera general, un efecto positivo en las habilidades de socialización, índices altos de autoestima y bienestar, un nivel inferior de conflictos y mejores relaciones entre sus iguales. (Torío et al., 2008, p. 66).

Como hemos podido observar desde el ámbito de la investigación social, son muchos los estudios que avalan la relación que existe entre las prácticas de crianza que se eligen para formar a los hijos e hijas y los vínculos que se desarrollan en el ambiente cercano.

Ser conscientes de la importancia que tiene la crianza y los vínculos nos permite a los adultos orientar de mejor manera la formación y el proceso educativo de los menores.

Nos gustaría saber su opinión sobre este tema, los leemos.

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